lunes, 17 de junio de 2013

Desayuno con Diamantes



Quien me conoce, sabe que soy una enamorada del cine clásico, de esas películas que hacen que se te mueva algo por dentro, del blanco y negro, de Audrey Hepburn... Así que en este ciclo voy a dedicar mis entradas a esa actriz que ha conseguido emocionarme como nadie más ha hecho.

Ya desde pequeñita Audrey ha sido para mí un icono indiscutible de estilo y elegancia, y a pesar de que no todas sus películas me resultan buenas (véase el tostón de Guerra y Paz que tardé como 3 días en verla porque me resultaba infumable), su trayectoria en general la considero única, llena de films que han quedado grabados en la historia, y ese es el caso de Desayuno con diamantes, la película más importante y emblemática de los años 60, mi película favorita. Por supuesto, no hay que decir que os recomiendo verla en V.O., que gana muchísimo más.

Una película basada en la novela de Truman Capote, cuenta la historia de la joven Holly Golightly (Audrey Hepburn) de origen humilde y turbio pasado, llega a Nueva York desde Texas donde siendo adolescente y con su verdadero nombre, Lulamae Barnes, había contraido matrimonio. Ejerciendo la profesión más antigua del mundo espera casarse algún día con el hombre más rico del mundo. Vive en un pequeño apartamento con la única y fiel compañía de un gato sin nombre, en el que ocasionalmente organiza fiestas alocadas.

La joven, vuelve a su apartamento de buena mañana, después de una noche de trabajo cuando el resto de la gente comienza su jornada laboral, se detiene ante el escaparate de la famosa joyería Tiffany´s mientras devora su desayuno en plena calle con un elegantísimo vestido negro hasta los pies (del diseñador Givenchy), esta primera escena es la que da nombre al largometraje.

Holly conoce a un escritor, Paul (George Peppard), que intenta abrirse camino en su profesión, pero debido a sus estrecheces económicas recibe dinero de una rica y dominante mujer mayor que él (la actriz Patricia Neal). Paul se enamora de Holly, a la que le interesan más las joyas y el dinero que el amor y la estabilidad.

A lo largo de la película ella irá descubriendo que realmente tenia un concepto muy equivocado de la vida y acaba rindiéndose al joven escritor con un apasionado beso bajo la lluvia. Un final esperado, pero que lleva consigo una enorme carga de tristeza que no deja indiferente a nadie

A grandes rasgo este podría ser un resumen bastante escueto de la película, pero yo, después de las mil veces que he podido verla ya, sigo encontrando detalles nuevos que me hacen volver a emocionarme. Me encanta la elegancia con la que sugieren que Holly Golightly es una mujer de compañía pero sin ni siquiera mencionarlo, el hecho de que juegue a ser inocente y frágil a veces, indomable y alocada otras, que nos presenten a una joven que no quiere ser de nadie, y que acabe enamorada...

Hay varios momentos que se me hacen inolvidables, el primero y el que más me gusta (puedo casi asegurar que a estas alturas me sé gran parte de los diálogos) es cuando Holly le dice a Paul:
"Los días rojos son terribles, de repente se tiene miedo y no se sabe por qué [...] pero cuando me pasa, lo único que me va bien es coger un taxi e ir a Tiffany´s; me calma en seguida la tranquilidad y el aspecto lujoso que tiene, nada malo podría ocurrirme allí"

Otro, que también me encanta, es el momento "Moon River", para el que Audrey estuvo varias semanas trabajando con un profesor de canto y otro de guitarra. Una escena que estuvo a punto de ser eliminar, si no hubiera sido por que Audrey se opuso gritando a los jefazos de la Paramount "por encima de mi cadáver". Y menos mal, porque de todas las versiones que se han hecho de la canción, la suya es la que más me ha llenado, en los apenas 2 minutos que dura la escena con Audrey sentada en el alféizar de la ventana, guitarra en mano, me transmite una sensación de nostalgia, anhelo y melancolía que nadie como ella podría conseguir.



 Y para terminar, una de las últimas escenas, con tiene un diálogo que, pocas películas han conseguido que se me encoja el corazón de esta manera.
Paul: Holly, estoy enamorado de ti
Holly: ¿Y qué?
Paul: ¿Cómo que "y qué"? Que preguntas haces... ¡Te quiero y me perteneces!
Holly: No, las personas no pertenecen a nadie
Paul: ¡Pues claro que si!
Holly: ¡No voy a dejar que nadie me ponga en una jaula!
Paul: No quiero ponerte en ninguna jaula. ¡Quiero quererte!
Holly: Es lo mismo
Paul: ¡No, no lo es! Holly...
Holly: ¡No soy Holly! ¡Y tampoco Lulamae! ¡No sé quien soy! Me parezco al gato. ¡No somos más que un par de infelices sin nombre, no pertenecemos a nadie, ni siquiera el uno al otro!

 [...]

Paul: Las personas se pertenecen unas a las otras porque es la única forma de conseguir la verdadera felicidad. Tú te consideras un espíritu libre, un ser salvaje y te asusta la idea de que alguien pueda meterte en una jaula. Bueno nena, ya estás en una jaula, tú misma la has construido y en ella seguirás vayas donde vayas, porque no importa donde huyas, siempre acabarás tropezando contigo misma.
Podría seguir eternamente describiendo escenas de las que estoy enamorada, pero al final es el conjunto de esta película la que la hace tan maravillosa, el vestuario, la escenografía, la fotografía, la banda sonora, los guionistas, el director, los actores... y sobre todo Audrey Hepburn.


VALORACIÓN: Imprescindible

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